Como Dumbledore con su pensadero, me interesa volcar los pensamientos que considero importantes en algún lugar. Uso este blog para no olvidarlos, para recurrir a ellos de forma más explícita y menos distorsiva que en la mente misma, y también para compartirlos. Aunque no escribo específica ni únicamente sobre educación, soy maestra y educadora de alma, y este tinte estará presente en todas y cada una de mis palabras.
Así, los dejo flotando en el ciberespacio y en la posibilidad de cada uno de adueñarse de estos pensamientos, sin la necesidad de una varita mágica, pero con el requerimiento de una suspicacia particular.



miércoles, 29 de agosto de 2012

Diario de viajes V: Tierra del Fuego + Santa Cruz, Junio de 2012.


Capacitación en un jardín de Río Grande, Tierra del Fuego, y una escuela primaria de Pico Truncado y la Biblioteca Popular de la misma comunidad.

Pinceladas del Sur más austral

Llegué a Río Grande luego de haber pasado unos días en Ushuaia. Estaba maravillada por la belleza de esta ciudad. Mi recuerdo de la experiencia en Río Grande va a estar siempre teñido de la visita a Ushuaia, que me fascinó. En la cabeza, todo convive desordenado, pegoteado, revolucionado y distorsionado. No se distinguen los recorridos profesionales de los entretenimientos ociosos, no se diferencian las sensaciones y las emociones de los objetos y las razones. Todo convive en la cabeza de la persona como SER INTEGRAL, y podemos devolver a la conciencia flashes de todo este mejunje, cuando lo deseamos, para volver a encasillar esos flashes en categorías definidas.


“Río Grande es desolador”, me decían. No entendía muy bien por qué. Ahora, luego de haber estado allí, saco mis propias conclusiones: es desolador no ver gente en la calle, por el frío. Es bastante impactante no poder ver el sol (en el más estricto sentido), dado que los días de sol hace igual tanto tanto frío, que como mínimo una ventana y un techo se interponen en el camino. El frío es seco y muy ventoso: no es el frío europeo nevado (o el frío de Ushuaia, de las mismas características), donde se sale igual y resulta saludable y atractivo hacerlo. Río Grande es una ciudad gris y fabril, que se embellece casi únicamente con el mar. 


El Jardín de Infantes “Olas de fantasía” le pone sal a la vida. La capacitación estuvo buena; no me cabe duda que armarán un Rincón de Lectura precioso. Los jardines en Río Grande (he conocido otros) tienen una infraestructura privilegiada. Los espacios son enormes y divinos. En general están escasa o estereotipadamente decorados. “Olas de fantasía” había puesto en práctica un lindo adorno en sus paredes, hecho con enduido, colores y stencils. Lo más lindo es que lo habían hecho en un proyecto con los chicos. Me pareció una excelente idea, relativamente fácil como para hacer con niños de Nivel Inicial, y con un resultado fantástico. Quedaba sobrio y alegre a la vez. De Río Grande me llevo esta “practi-idea”, porque, después de todo, no dejo de ser maestra jardinera.


Pico Truncado y la empresa auspiciante del proyecyo

En Pico Truncado capacité un día a una escuela primaria y al día siguiente al personal de la biblioteca popular de la localidad junto con todos los maestros de los primeros grados de todas las escuelas de allí mismo. En toda ocasión estuve acompañada por una referente de la empresa auspiciante de estos proyectos (S. a partir de ahora). Capacité con ella, comí con ella, dormí con ella y paseé mucho con ella. Dio la casualidad que ella era oriunda de allá, conocía al pueblo como a la palma de su mano y los pocos habitantes eran amigos queridos a los que aprovechó visitar en esta estadía. Yo la acompañé a todos lados y conocí toda esa gente y esos espacios, a través de sus ojos. Qué experiencia bizarra, ¿no? Por un lado, estaba encantada de vivirla, dado que estos viajes suelen ser muy solitarios y conectados únicamente con el trabajo. En este caso, por el solo hecho de viajar con alguien, la vivencia fue muy diferente y logré despejarme cada vez que salía del “quincho”, donde hacíamos las capacitaciones, y entretenerme comprando pantalones, entregando premios corporativos a locales que los habían ganado al participar de diversos proyectos, viendo nevar donde normalmente no sucede, etc.


En Pico Truncado los negocios están abiertos hasta muy tarde. Eso me llamó la atención. S. me explicó que se adaptan a los horarios de los hombres de la ciudad, que vuelven a esas horas de trabajar en el petróleo y el campo, y eso me hizo pensar que todo es relativo, acomodable, flexible, fugaz. Cuestiones que tenemos naturalizadas, que hacemos, que defendemos, dependen de un contexto y pueden ser diferentes para otras personas y en otros lugares. Me parece importante reparar en esto.

Ambas capacitaciones fueron  interesantes y amenas. Le tenía mucho miedo a la de la biblioteca, porque era mi primera experiencia con una organización de este tipo. ¿Qué tipo de personas trabajan en una biblioteca? ¿Qué hacen? ¿Qué función cumple la biblioteca en la sociedad donde se inserta? ¿Qué relación hay entre los docentes y la biblioteca? ¿Qué interacciones se dan o se deberían dar entre las escuelas y la biblioteca? Muchas preguntas se me presentaban y una capacitación de 8 hs por coordinar. Simplemente lo hice. Dejé de lado las dudas y también las certezas, y me propuse llevar a cabo una propuesta diferente., en un formato muy lúdico. Me arriesgué con esto, pero era el terreno en el que me sentía cómoda. Jugamos al teléfono descompuesto narrando y re-narrando cuentos y sacamos conclusiones: a veces nos resulta difícil no corregir las versiones de los demás, no orientar las diferentes interpretaciones hacia la que uno tiene y respetar la memoria selectiva sin desterrarla en pos de una única alternativa. Nos ponemos autoritarios con nuestros pares y también lo hacemos con nuestros alumnos en el aula. Tendemos a machacar la creatividad, al menos cuando no nos detenemos a reflexionar sobre estas cuestiones. 


Algunos voluntarios hicieron una obra de teatro poniendo en escena ciertos capítulos de “Las empanadas criollas son una joya”, de Adela Basch. Lo lindo fue que usaron elementos del entorno para caracterizarse más completamente como personajes. Esto se dio espontáneamente, así como también los estallidos de risas y diversión de todos los presentes.


Una última cosita con respecto a este viaje: para ir volver pasé por Comodoro Rivadavia. Me llamaron la atención unas casitas de todos colores, colores vivos, colores brillantes, llamativos. Le pregunté a S. si era algún barrio en especial o qué significaban esos colores que no eran comunes de ver en el mundo. Ella me explicó: “Comodoro es una ciudad muy gris. La gente pinta las casas así para hacer el paisaje un poco más alegre”. La verdad, lograban que el paisaje se vea más alegre. Nuevamente vuelvo sobre la idea del poder de cambio que tenemos los seres humanos, incluso sobre estados/cosas/situaciones/lugares que creemos establecidos, fijos, inmutables. Creo que la educación tiene mucho que ver con esta fuerza de transformación. 

martes, 5 de junio de 2012

Diario de viajes IV: Misiones, Abril de 2012.

Capacitación en dos escuelas primarias comunes y una escuela especial de Puerto Piray.

Terminalidad educativa

Llegué al aeropuerto de Iguazú, pasé la noche en Montecarlo, y al día siguiente me pasaron a buscar la directora y algunas docentes de la Escuela Especial nr. 16 (sede de la capacitación). Apenas subí a la camioneta las atiborré de preguntas. Me interesa mucho la educación especial en general, tuve algunas experiencias de pasantías en centros del exterior y quería saber qué características asumía esta en nuestro país, especialmente a través de la experiencia de la escuela en Puerto Piray, Misiones.


Inmediatamente me llamó la atención un concepto que mencionaron y desarrollaron apenas comenzaron a hablar conmigo: terminalidad educativa. ¿Fuerte, no? El tema es así: los chicos que pasan por la escuela especial no reciben ningún tipo de certificado de escolaridad. Las docentes y directora están tramitando que los chicos (al menos los que sufren patologías que no les impedirían insertarse en escuelas comunes en la secundaria) puedan acceder a un certificado de terminalidad educativa que los avale a continuar su formación en ese sentido. Aparentemente lo lograron, hace poco. Un alumno lo ha concretado. En la escuela especial están pendientes de que se amplíe esta posibilidad a muchos otros chicos y se vuelva algo natural. Para gestionar el certificado de terminalidad educativa la escuela especial recibe docentes de escuela común (sobre todo especializadas en alfabetización) que pasan algunas horas con los chicos que “podrían” (a criterio de los profesionales de la escuela especial) continuar en escuelas comunes, los evalúan y aprueban o no, según corresponda.

¿Cuáles son los parámetros que determinan si el egresado de la escuela especial está en condiciones de continuar sus estudios en una escuela común? ¿Qué evaluaciones se le aplican para aprobarlo o desaprobarlo?

¿Qué pasa con un chico que termina la escuela primaria especial y no continúa su escolaridad, por diversos motivos, y quiere conseguir un trabajo, y no tiene siquiera un certificado de escolaridad primaria (lo cual le correspondería)?

A las capacidades diferentes se le suman “obstáculos diferentes” que no tienen razón de ser.

Inteligencias múltiples

Casi siempre en mis capacitaciones hablo de la teoría de las inteligencias múltiples. El tema es tomado con pinzas por los docentes, se pasa por alto, resulta difícil que se apropien de él. En esta capacitación pasó algo diferente, porque la presencia de la Escuela Especial nr. 16 habilitó un mayor desarrollo y reflexiones profundas al respecto. Yo pensaba lo siguiente: en este tipo de escuelas es más evidente la necesidad de atender a inteligencias múltiples, distintas formas de expresión y aprendizaje, diversas capacidades que se manifiestan cuando se brindan las condiciones necesarias para que se desplieguen, pero, en realidad, en toda institución educativa debería tener una mirada de este tipo, no sólo en la puesta en marcha de actividades, sino también cuando se evalua, porque esto significa valorar lo positivo que tiene cada niño, lo que saben, sus aptitudes para aprender en vez de hacer foco en lo que no pueden.

Docentes y docentes

Durante la capacitación se dieron a conocer distintos “tipos de docentes”: desde su formación hasta sus ambiciones.



Uno de los debates más interesantes que surgió, a mi parecer, fue el de resignarse o no ante las condiciones tal como están dadas.

¿Qué hacer cuando las mismas escapan de nuestras manos? Mi propuesta y la de algunos otros docentes optimistas fue ver lo que sí podemos hacer (siempre hay algo, y bastante más de lo que pensamos, cuando tenemos el valor de buscar) y trabajar arduamente en eso, pensando en los chicos, sin perder de vista el objetivo y los grandes ideales que sostienen nuestra tarea.

Este debate vino de la mano de otro: podría ser planteado de la siguiente manera: escuela abierta a la realidad y el contexto (tal como se propone y se busca hace tiempo) VS. docentes haciéndose cargo de todo; de cosas que “no le competen”.

Por mi parte, abrí una nueva arista en esta intensa discusión: que como docentes nos hagamos cargo de lo que sea que exista, sin desatenderlo ni desentenderse, pero teniendo una formación adecuada y actualización permanente para afrontarlo; apuntar a que un docente pueda hacer de momentos incómodos y controvertidos, experiencias significativas. Que se los acompañe en el trabajo con materiales novedosos que llegan a las escuelas para aprender y reflexionar; que la reflexión esté en manos de docentes, no solo en manos “de expertos”, y sea en las instituciones mismas, para lograr cambios reales y duraderos.

Un último pensamiento

La Escuela Especial nr. 16 no tiene materiales específicos para trabajar con alumnos de las características de los que acuden a ella. Es algo grave. Es inconcebible. No existen políticas ni proyectos que lo contemplen, no se toman decisiones al respecto, aunque el personal de la escuela lo pida explícitamente. Se les mandan hojas canson, lápices, tijeras… se los llena de pupitres, bancos, bibliotecas, sillitas. Todo hermoso. Todo nuevo. Todo descontextualizado y sin sentido. Estos chicos no necesitan sillas de madera; necesitan colchonetas y pelotas gigantes. No les sirven las hojas y los crayones; sí las témperas, las plasticolas, las tizas, los pizarrones. Necesitan diversidad de juegos didácticos, grandes, atractivos; un metegol en el patio, un grabador de sonidos. Sillones, almohadones, alfombras suaves. Sogas para saltar. Un microcine para proyectar películas. Juegos de plaza. Instrumentos musicales. Gente que los mire, los toque, los huela, los bese, los escuche y los sienta.

viernes, 4 de mayo de 2012

Diario de viajes III: Santa Fe, Abril de 2012.

Capacitación en un jardín de Fray Luis Beltrán, Gran Rosario, y en una escuela primaria de la ciudad de Santa Fe.

Llegué a las 22 hs. boleada por haber dormido todo el viaje. Vine en remis. Todo indicaría que me tomé un valium o alplax (estoy segura que el remisero lo pensó), pero no fue así. ¿Por qué dormí tanto y tan profundo?

Para despertarme y conectarme con la ciudad que habitaría las próximas 48 horas dejé las cosas en el hotel y salí a caminar. Todo estaba oscuro y cerrado. Pedí a alguien que me aconseje y me dijeron claramente: conocé mañana. Me volví al hotel a organizarme y organizar mi capacitación de mañana.

El primer contacto que voy a tener con Rosario, entonces va a ser por medio del Jardín “Los Trigales” en la localidad precisa de Fray Luis Beltrán. Lo que pueda conocer y recorrer después va a estar teñida de mi experiencia allí, lo cual es riesgoso pero alentador a la vez, al menos para mí.

Mañana escribiré cómo es Rosario sin conocerlo, a través de las maestras y de mí misma como docente y capacitadora.

La capacitación estuvo interesante, sobre todo por la sintonía que compartíamos y se notó, al ser todas maestras jardineras. La recepción del proyecto en grandes ciudades NO es la misma que en pueblos inhóspitos. No me voy a detener en lo que falta o no se ve, aunque instintivamente me tienta hacerlo. Voy a tratar de describir las características que SI tiene capacitar en una ciudad como Rosario y con docentes rosarinas. Son inquietas y ávidas de saber. Se mostraron participativas, interesadas, comprometidas, aunque siempre un poquito sobrepasadas por sus responsabilidades. Ese paraguas lo abren por si las moscas, sabiendo que van a tener que laburar mucho para el proyecto que yo les planteo también. Trato de no agarrarme de esos detalles, seguir para adelante y arremeterles con el entusiasmo que sé que tienen y puede generar cosas maravillosas, aunque a veces se tiren abajo o se resguarden en lo cómodo y conocido.

Evoco situaciones cotidianas con los chicos y las animo a que cuenten casos particulares que recuerdan y vienen al caso. Les propongo repensar esas situaciones y sus propias prácticas a raíz de nuevos conceptos que pongo sobre el tapete y, concretamente, a través de lo que será el Rincón de Lectura con 300  nuevos libros en la institución. Así, se embarcan en el proyecto y prometo no soltarles la mano porque sé que es mucha información y que en realidad de a poco irán apropiándose de ella.

La capacitación fue muy dinámica. Les leí dos cuentos e hice que ellas también leyeran en voz alta. Momentos mágicos si los hay, y nada mejor para enseñar y transmitir la importancia de leer que hacerlo vivencialmente. Casi no resta agregar palabras luego de compartir una lectura con todo lo que se siente.



Un día una maestra me contó que había libros que leía en voz alta con el marido, un rato al día, un capítulo cada uno. Pensé que sería buenísimo que esto pasara más a menudo, para no perder la costumbre de leer en voz alta y de que nos lean en voz alta; experiencias diferentes a agarrar un libro en solitario, y que generalmente abandonamos en la infancia (escuchar cuentos en voz alta) o retomamos eventualmente al tener hijos (leer en voz alta).

Al volver de la capacitación pensaba dormir la siesta en el hotel. Tenía aproximadamente una hora y media. A la ida el remisero había estado contándome de la ciudad. Parece que se quedó con ganas, porque a la vuelta decidió recorriéramos la misma exhaustivamente y me relatara detalles históricos y edilicios con un patriotismo acérrimo. Simpático, el hombre. Rosario, una ciudad bellísima, bien mantenida, cuidada, con espacios públicos resplandecientes entre los que resaltan su hermosa costanera, el monumento a la bandera, la vieja estación Rosario Norte (cuna de Olmedo). 



Llegué al hotel justito para hacer el check out, caminé un rato sola por las peatonales de San Martín y Córdoba, y partí para Santa Fe capital. Me llevó el mismo remisero. Se le ocurrió pedir a su mujer que lo acompañara. Me pidió permiso y acepté con mucho gusto. Fue buena compañía uno del otro, escenario en el cual me acosté en el asiento trasero y me dormí profundamente.

Durante la capacitación en Santa Fe surgieron debates en torno a temas que me interesan mucho y no pude evitar anotar algunas ideas clave mientras charlábamos. Por ejemplo, el hecho de que cada grado focaliza su trabajo en lo que viene, en la preparación para el año o el ciclo siguiente, y no aprovechan ni reparan en su propia especificidad. Cada grado y nivel educativo es específico y particular. Me resulta aberrante pasar por encima esta cuestión en pos de quedar bien ante los docentes que nos sucederán y basar nuestra satisfacción únicamente en lo “bien preparado” que el chico está para “pasar a séptimo” o “para la primaria”, “para enfrentar tercero que es tan difícil”, etc. Relacioné inmediatamente esto con lo siguiente: siempre desde el Nivel Inicial se quejan los docentes de que la primaria resulta un corte total con las costumbres, saberes, tiempos y espacios del jardín, lo cual no tiene razón de ser (tener un año más no implica cambiar tan radicalmente, en ningún caso), pero esto se contrapone ahora con la visión de la primaria hacia el jardín, que me planteaban las maestras santafesinas: el jardín termina siendo “preescolar”, aunque no se utilice más esta denominación, porque en lo único en que se ocupan es en prepararlos para lo que sigue, se apuran, queman etapas, llenan vacíos con contenidos y se olvidan de la contención, y de tantas otras cosas que hacen a la especificidad del nivel, volviendo al tema… Todo resulta en un ping pong de acusaciones, especulaciones y prejuicios, perdiendo el foco de lo que nos convoca como docentes.

Me gustaría que la educación pudiera pensarse más como un continuum vital, un proceso donde se aprende toda la vida y respeta trayectorias personales e individuales de cada alumno particular; una cadena donde se articulan realmente los grados y niveles y se les tiene fe a los alumnos; se les da la oportunidad de alcanzar sus metas según sus características y necesidades, a lo largo de su paso por la escuela.

Claro que estoy apuntando nada menos que a revisar los parámetros de evaluación de las instituciones, el concepto de aprobado/desaprobado, entre otras cosas, casi cuestionando el origen de la gradualidad que, a mi parecer, quedó obsoleta y sin sentido.

Menuda tarea de reflexión y acción en la que al menos yo me siento comprometida.

martes, 27 de marzo de 2012

Diario de viajes II: Santiago del Estero, Marzo de 2012.

Capacitación en la Escuela Rural nr. 15, Sumamao, Santiago del Estero + Visita de monitoreo a la Escuela Rural nr. 7 en Villa Guasayán.

Llegué hoy a las 17 hs aproximadamente. Dejé mis cosas en el ya conocido Carlos V y salí inmediatamente a pasear por la peatonal y la plaza Libertad que recordaba. Santiago estaba vacío. Los negocios cerrados y ni un alma en la calle. Un auténtico toque de queda, pensé.

Estaban durmiendo la siesta.

Entretanto merendé, fui al gimnasio y a la pileta del hotel. En mi viaje pasado no había pisado el segundo piso. ¿Pileta? No tenía malla. ¿Gimnasio? Ni pensado. Esta vez, con 30 kg menos y más confianza en mí misma, me dispuse a un viaje de placer. Evidentemente lo planeaba así ya antes de llegar, porque me traje la malla, por ejemplo. 


Mañana tengo una capacitación que dar. Dura todo el día y, como en cada capacitación que está a mi cargo, me siento responsable y soy muy exigente y perfeccionista. Sin embargo, aún no probé los equipos sin repasé los contenidos o los datos de la institución a la que voy, como hago otras veces. Algo tendrá que ver con que la capacitación es para mí parte de este viaje de placer y planeo disfrutarla tanto como esta tarde en el solárium, con un libro y un exprimido de naranja acompañándome.

La noche santiagueña no es especialmente linda. Pero me siento segura y camino sola por todas las calles que quiero. Debo admitir que suelo pensar que no me va a suceder nada malo (y lo creo). No logro dilucidar si es ingenuidad, optimismo o realmente atraigo buena energía al punto al de que realmente nunca nada malo me pasó. Lo que sí, la noche santiagueña tiene más movimiento que Mar del Plata en temporada alta. Todos los días son miles de personas las que se ven en la calle después de las 20 hs. Pero mucha. Te chocás. Tráfico que tienen que regular policías. Las plazas llenas. Las peatonales intransitables. Los bares repletos. 
 
Pienso que puede tener que ver con la terrible siesta que se duermen a la tarde. Sino no me explico tanta energía a tales horas.

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Estuve capacitando en Sumamao el miércoles 21/3.


El viaje en remis fue bueno, aunque tuve la inquietud de saber un poco más acerca de la flora y la fauna del camino, pero no tuve suerte. Le pregunté al remisero de qué eran esos nidos en los postes, porque llamaba la atención el tamaño y la cantidad que había. Me dijo: “De pájaros”. Decidí no preguntarle nada más.

La capacitación resultó una hermosa jornada. Llegué y me recibieron la directora y las 2 maestras de la escuela. Suspendieron las clases para este encuentro, porque les es imposible participar y ocuparse de los chicos al mismo tiempo, siendo tan pocas. Tuvo injerencia la supervisora, que no solo autorizó que lo hicieran de esa manera, sino que se acercó justo cuando estábamos por empezar la capacitación y se quedó todo el día, participando activamente en ella, porque resultó ser una apasionada de la literatura y de la educación. Nos entendimos muy bien.


Me causan gracia las relaciones en el interior, que es un pañuelo en comparación a lo que estamos acostumbrados los porteños: el marido de la directora es el hermano mellizo de la supervisora, que también es supervisora de otra escuela donde una de las maestras asistentes a la capacitación es directora.

Antes de empezar la capacitación charlamos largo y tendido todas las presentes, sobre diversos temas que luego fuimos retomando. No concibo una jornada de capacitación sin este espacio de charla, que además implica contacto visual, acercamiento físico, emocional, intelectual y sienta las bases para que el encuentro sea dialógico, que es para mí una condición fundamental.

Entre los distintos tópicos surgió la política y las políticas, y, debo decirle, Sra. CFK, que al menos los docentes de Santiago del Estero no la quieren ni un poquito. Con contundentes argumentos y vasta experiencia describieron a la justicia social como “justicia social para los desempleados e injusticia social para los empleados”.

Se quejaron especialmente de la política basada en planes sociales, lo cual comparto plenamente, que genera desidia, vagancia y hasta falta de respeto de los padres hacia la escuela como institución y los maestros como autoridad, dado que exigen siempre más y más sin dar nada a cambio, cómodos en la postura de tener todo (o mucho) resuelto, sin ningún tipo de esfuerzo. Más chicos van a la escuela, sí, pero muchos carentes de un cuaderno, un lápiz, una cartuchera, aunque, eso sí, con zapatillas nuevas y carísimas, y con sus progenitores embadurnados de joyas y celulares último modelo. Que haya más chicos en la escuela no mejora la educación (cuando es una medida descontextualizada y mentirosa) y nada garantiza que la plata de los planes vaya donde tiene que ir.

Por más empeño que tengan los maestros en recibir a esos chicos, educarlos, darles comida, contención y oficiar de padres, hermanos, amigos, abuelos sustitutos, no dan a basto, no es lo que corresponde y caen de maduro las falencias de este tipo de medidas “pan para hoy, hambre para mañana”, alegría inmediata de tener la plata en mano y no saber qué hacer con ella, y alimentar actitudes conformistas, limitadas, erradas, egoístas y contraproducentes para un proyecto nacional educativo con buenas intenciones.

Volviendo a las docentes de la Escuela nr. 15, la sensación que me invadía al estar con ellas era la de voces que necesitan ser escuchadas. Vaya si tenían cosas para decir… y yo quise convertirme en interlocutora válida de cada una de sus historias de vida, de sus opiniones, de sus emociones, de sus anécdotas, de su vocación, de sus aprendizajes, sus temores, sus expectativas y deseos, porque de todo eso me llevo un poquito y me lo quedo para siempre, porque todas tenían (y yo misma tenía) cosas para aportar y compartir y ese todo es definitivamente más que la suma de las partes, y es lo que hace a la grandeza del ser humano.

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Llegué a Villa Guasayán a la mañana del jueves y me esperaban los maestros y la directora desayunando en una de las galerías de la escuela. Habían juntado 4 pupitres y se sentaban alrededor a tomar mate cocido y comer bizcochos. Los chicos desayunaban a la par en el comedor. Se incorporaban a medida que iban llegando la mayoría en bici (no importa la edad), por el campo embarrado, sin la compañía de adultos.

Después de desayunar tranquilos todos, fueron a las aulas. Yo me fui al Rincón de Lectura con Lucía, la directora, y luego distintos docentes se iban turnando para venir y contarme cosas acerca del proyecto, de los libros, del uso del espacio, etc. Saqué unas fotos divinas del Rincón armado y acondicionado a pulmón por la comunidad. 


Al poco rato vino el profesor Alejandro y me propuso acompañar a él y a sus grados más grandes (8vo y 9no) a una caminata por el monte. A Lucía le pareció una buena idea. Acepté. Estuvo espectacular la experiencia. Nunca había estado en un paisaje así (era como si me hubieran insertado a mí en un paisaje pintado). Me maravillaron los animales sueltos, las quebradas, las ruinas de viviendas, morteros y hornos indígenas, las pencas con tunas (aprendí que así se llamaban los “cactus maravillosos” que yo veía en mi anterior venida a Santiago) y, sobre todo, el olor a tierra, plantas y aire fresco, y nada más. 


Vi palos borrachos silvestres crecidos cual yuyos en las laderas del cerro y me impresionó lo naturalizadas que tenemos ciertas imágenes (por ejemplo, el palo borracho en una vereda o un cantero rodeado de asfalto). Los chicos, divinos, corrían y trepaban el cerro como cabritas. El profe los dejaba hacer. De vez en cuando, con la parsimonia santiagueña a flor de piel, les decía “cuidado chicos, no tan alto” o les hacía algún chiste.


¿Que si la directora pidió autorización para sacar a los chicos de la escuela? ¿Qué si todos los padres mandaron los papeles correspondientes y firmaron un acta en que delegaban la confianza de velar por el cuidado de sus hijos durante las salidas? Nada de eso. ¿Que qué pasaba si un chico se lastimaba con alguna laja suelta y volvía sangrando? Lo sanaban con los primeros auxilios de la escuela, curitas, vendas, pervinox y a otra cosa mariposa.

Sé que no tenemos en Buenos Aires el privilegio de tener el monte a la vuelta de la esquina, pero no dejo de pensar la ridícula burocracia y paranoia alrededor de las experiencias de paseos y excursiones puertas afuera de la escuela, que terminan no concretándose nunca.

Volvimos del paseo y los chicos ya se iban a sus casas. Agarraban sus cosas y se iban yendo, solos, en bici, en burro o en el auto de algún familiar, que los iba a buscar. No había nadie en la salida monitoreando todo. Los docentes y la directora iban y venían saludando y haciendo sus cosas. Simplemente no existía el pavor de que se roben a algún chico (ni se creía tan tontos a los chicos de irse con cualquier extraño) ni se les pedía documento o autorización por escrito a cada uno de los que venían a retirar a los niños (a lo sumo se les preguntaba). Yo sé que es un tema complicado y controvertido, pero, sinceramente, me parecía gente más humana y racional.

Me parece bien que se tomen recaudos para preservar a los chicos y apoyo la idea de comportarse responsablemente como agente educador. Pero todo tiene un límite; y, para mí, nada llega a buen puerto regido por la desconfianza en el otro y el protocolo carente de sentido común.

Me quedó un pensamiento dando vueltas: inevitablemente los chicos en Santiago u otras provincias del interior con este ritmo de vida, de estudio, de clases, de exigencia, son “más ignorantes” que en Buenos Aires, en lo que hace a lo que llamamos saberes escolares, saberes académicos y preparatorios para los estudios superiores. Obviamente es una mirada sesgada la mía, y empañada por mi propia experiencia. Pero vuelvo a lo mismo: en ese sentido sí están en desventaja y dudo mucho se acerquen siquiera al nivel cultural de la gran ciudad. La pregunta es: ¿es la escuela de la gran ciudad la que vale, la mejor, la que tiene sentido, la que prepara para la vida, la que transmite saberes significativos a los alumnos? La caminata por el monte me dio la pauta de que hay al menos algunas cuestiones que sería bueno repensar.

martes, 20 de marzo de 2012

Diario de viajes I: Santiago del Estero, Octubre de 2011

Capacitación en la Escuela Rural nr. 7 "República del Salvador", Villa Guasayán, Santiago del Estero.



Primero sentía nervios graves por la capacitación, soledad, desarraigo y desolación por estar viajando sola, miedo de mandarme cagadas de cualquier tipo. Esto fue ayer, cuando llegué y mientras estaba en el aeropuerto y en el avión. Las sensaciones habrán durado una hora, o media. Cuando llegué al hotel y me contacté con la gente de acá, me sentí ya cómoda y protegida.


Los santiagueños son muy amables y amorosos.

El cariño y bienestar se ven magnificados por ser esta la tierra de mi querida Queo. Todos se parecen un poco a ella y en cada voz y tonada me parece escucharla y sonrío.
Preparé todo para la capacitación. Primer punto: todo funcionaba y no parecía hacerme olvidado nada.

Me fui a dormir temprano.

Me gustó tener la iniciativa de llamar a la directora de la escuela y cambiar mi viaje en remis con espera y regreso, por un viaje hasta San Pedro de Guasayán donde ella me recibiría con una combi y otros maestros para ir a la Villa. Para el regreso aseguró que no debía preocuparme, porque algunos se volvían para Santiago en auto y me llevarían.

Me sentí a gusto y ya quise mucho a Lucía Petrona Castillo, la directora.

Me levanté muy muy temprano, como debía, y el remis me buscó por el hotel. El que manejaba era un chico muy joven. Era amable y conducía bien. Escuchamos mucha cumbia, canciones populares remixadas y enganchadas, y MIRANDA! Excelente para mí.

Dormí gran parte del viaje. El trecho en que estuve despierta observé caminos sinuosos, cerros, aridez, animales sueltos, muchas perdices y unos cactus espectaculares.


Llegamos a la entrada principal de San Pedro de Guasayán. Llegó Lucía con la combi y los docentes.

¿Qué esperaba encontrar ella? ¿Qué habrán pensado al verme? ¿Y al escucharme por primera vez?

Yo iba abierta y decidida a EMPAPARME con historias de vida, lugares, emociones, gente, caras, palabras. Y así fue. Salí definitivamente engrandecida y agradecida con esta experiencia de vida.

El camino desde San Pedro de Guasayán hasta Villa Guasayán, donde quedaba la escuela, era de tierra y estaba en pésimo estado. La directora y el chofer se reían y me contaban que hace muchísimo les prometieron arreglarlo y no lo hicieron, pero que ahora “está hecho una autopista de lo bien que está” por las pequeñas cosas que le arreglaron. Que se tardaba antes 2 horas en recorrerlo en auto (son 35 km) y ahora solo hora, hora y media.

Nadie quiere ir por este camino porque destruyen los vehículos. Así, Villa Guasayán queda aislada y desamparada, mientras no se dignen a arreglar el camino en cuestión. El camino tiene pozos gigantes y piedras. Hay que transitarlo por un costado cerca de la orilla y conocerlo muy bien para no hacer un desastre. Para colmo, en la zona no llueve nunca, con lo cual el polvo vuela y cuesta aún más que las máquinas trabajen. Cruzamos una máquina volcada, bloqueando el camino. Sacamos fotos y la directora se ríe exclamando: “A ver si aprenden con esto y se apuran, que hace meses están en el mismo lugar haciendo lo mismo”. 


La situación es abordada con gracia, desdramatizando, por toda la gente que día a día anda ese camino y no le importa nada más que llegar a la escuela, su lugar, para enseñar y encontrarse nuevamente con sus maravillosos alumnos, su tarea y su cerro de fondo (el monte).

El monte es muy importante para la gente de acá. Más o menos patriotas, lo nombran y lo viven como parte de sus vidas y de sí mismos.

Lucía le escribió un poema al monte santiagueño y a la desolación que alguien sintió alguna vez cuando lo deforestaron y explotaron, devastándolo.

Lucía es poetiza, además de maestra de primaria, técnica granjera y estudiante de profesorado de Nivel Medio.

Hace 18 años que vive en San Pedro de Guasayán y trabaja en esta escuela, y me hizo una confesión: quisiera jubilarse aquí, no irse nunca más. Yo creo que lo va a cumplir.
Escribe poemas propios y escribe otros para su sobrina de 9 años, en base a lo que ella le cuenta (pone en palabras sus historias y los firman juntas). A fin de año Lucía publicará su primer libro de poesías (asegura que es el primero, porque habrá muchos más).

El poema acerca del monte se llama QUERENCIA y lo recitó maravillosamente al finalizar la capacitación. Pero el poema que inició estas charlas y desencadenó que Lucía se abriera y me contara todo esto, se llama UN GAUCHO PARA APUNTALAR LA PATRIA, y es el poema que escribió a raíz de una experiencia vivida en el año 2008. El relato de esta experiencia fue emocionante hasta las lágrimas. Me lo contó en la combi yendo a la escuela, y cuando me comentó que el poema resumía esta historia y que lo leyó ante muchas personas y todos lloraban, no me cupo duda de que así había sido y no era para menos. 


Así cuenta esta historia:

La escuela había estado cerrada por peligro de derrumbe… por 3 años. Daban clases en las casas o al aire libre, bajo los árboles. Pidieron a todas las autoridades correspondientes que resolvieran el tema y jamás lograron nada.
Un día pidieron turno para hablar con el gobernador y se los concedieron, para dentro de varios meses. Lo tomaron y fueron, Lucía y un séquito de maestros y familias de Villa Guasayán. Lucía fue la portavoz. Al contarle el problema al gobernador cara a cara y frente a todos, muy humildemente y pidiendo perdón por molestar, el gobernador quedó atónito. No podía dar crédito a lo que escuchaba. Dijo que él nunca había escuchado esta historia, que cuando él le preguntaba a su gente cómo estaba todo, le respondían “todo bien” por miedo a que él se enojara o a pasar vergüenza, y que no podía creer en todo este tiempo nunca haberse enterado de nada de todo esto, que era una barbaridad lo que estaba pasando y él les daría todo lo necesario para reabrir o rehacer la escuela.
Llamó a su servidor, quien había estado reunido con Lucía en reiteradas oportunidades y le dijo perplejo que él estaba al pedo. Que por favor se retirara del cargo y deje el puesto a alguien que quiera laburar.

Llamó al arquitecto de obras públicas que había bicicleteado a Lucía muchas veces y le preguntó qué era lo que pasaba. Cuando el arquitecto comenzó a hablar de expedientes y quiso acercarle carpetas, el gobernador le dijo que guarde todo ya, que no quería ver absolutamente nada y que le daba 10 días para empezar a trabajar. Si el terreno no servía, o lo que fuera, tirara la escuela abajo y la volverá a hacer.
Así fue. Todo.

Se hizo una nueva y hermosa escuela con todas las necesidades cubiertas.
Con pisos, con cocina, con paredes (anteriormente las “aulas” estaban divididas con durlock y no hasta arriba de todo, y el profe de inglés se volvía loco y exclamaba “oh my god” mientras sus palabras eran interrumpidas por “la lechuza, la lechuza hace shhh” de la sala de jardín contigua).

Lucía se despidió agradeciendo al gobernador, quien les pidió perdón a ellos y dijo: “por suerte existen aquí gauchos para apuntalar la patria”. Lucía escribió el poema y se lo llevó. Todos lloraban de emoción.

Todos aman, cuidan y disfrutan la nueva escuela.


En la capacitación había una maestra revoltosa, chistosa, que deseaba llamar la atención constantemente. No me miraba demasiado bien y yo esperaba críticas de su parte (criticarme la haría sobresalir). Eso era un problema porque tenía mucha llegada a los demás docentes, más humildes y callados. Me empeñé en querer ganar su corazón. Le hablé cara a cara y mantuve el contacto visual mientras capacitaba. Le presté la atención que necesitaba y quería y la interpelé a decir si realmente era malo lo que yo hacía, porque habiéndola mirado a los ojos, haciéndole hablado personalmente a ella, habiéndola hecho participar en actividades, ya no iba a poder mentir o pasar desapercibida diciendo una cosa por otra.

Su encuesta de evaluación de la jornada fue genial. No hizo más que decir cosas bonitas de mí y de la capacitación. Pero lo más lindo fue que lloró con un texto que les leí (“mis primeros acercamientos a los libros, de Graciela Cabal). Se emocionó mucho, abrió su corazón y se ubicó en un lugar muy distinto del que venía ocupando, como defensa o coraza. Creo que esto resultó un aprendizaje maravilloso para ambas.

Durante la capacitación las docentes resaltaban la calidad humana de sus alumnos. Lo agradecidos que están, lo educados que son, que siempre saludan, se esfuerzan mucho por ir a clases, por aprender, etc. que ellas saben que en las grandes ciudades generalmente no sucede esto, que la rebeldía adolescente pasa por no saludar, putear, faltar el respeto… y la verdad que tienen razón. La educación acá será peor en muchos sentidos, mejor en otros, pero qué lindo que no se falte el respeto a los adultos y pared, a las autoridades, que se valore al maestro, que el esfuerzo por estudiar e ir a la escuela, contenerse, valorarse, sea conjunto y de todos los actores involucrados.

La calidez humana, el ritmo de vida y la valoración de la misma definitivamente difieren de las de la gran ciudad. Y aunque hay de todo en todos lados, estos valores esenciales son distintos y se sostienen, y se los puede percibir acá en todas las personas y en cualquier circunstancia, distanciando Buenos Aires del interior como en las épocas más unitarias de nuestro país.