Como Dumbledore con su pensadero, me interesa volcar los pensamientos que considero importantes en algún lugar. Uso este blog para no olvidarlos, para recurrir a ellos de forma más explícita y menos distorsiva que en la mente misma, y también para compartirlos. Aunque no escribo específica ni únicamente sobre educación, soy maestra y educadora de alma, y este tinte estará presente en todas y cada una de mis palabras.
Así, los dejo flotando en el ciberespacio y en la posibilidad de cada uno de adueñarse de estos pensamientos, sin la necesidad de una varita mágica, pero con el requerimiento de una suspicacia particular.



martes, 5 de junio de 2012

Diario de viajes IV: Misiones, Abril de 2012.

Capacitación en dos escuelas primarias comunes y una escuela especial de Puerto Piray.

Terminalidad educativa

Llegué al aeropuerto de Iguazú, pasé la noche en Montecarlo, y al día siguiente me pasaron a buscar la directora y algunas docentes de la Escuela Especial nr. 16 (sede de la capacitación). Apenas subí a la camioneta las atiborré de preguntas. Me interesa mucho la educación especial en general, tuve algunas experiencias de pasantías en centros del exterior y quería saber qué características asumía esta en nuestro país, especialmente a través de la experiencia de la escuela en Puerto Piray, Misiones.


Inmediatamente me llamó la atención un concepto que mencionaron y desarrollaron apenas comenzaron a hablar conmigo: terminalidad educativa. ¿Fuerte, no? El tema es así: los chicos que pasan por la escuela especial no reciben ningún tipo de certificado de escolaridad. Las docentes y directora están tramitando que los chicos (al menos los que sufren patologías que no les impedirían insertarse en escuelas comunes en la secundaria) puedan acceder a un certificado de terminalidad educativa que los avale a continuar su formación en ese sentido. Aparentemente lo lograron, hace poco. Un alumno lo ha concretado. En la escuela especial están pendientes de que se amplíe esta posibilidad a muchos otros chicos y se vuelva algo natural. Para gestionar el certificado de terminalidad educativa la escuela especial recibe docentes de escuela común (sobre todo especializadas en alfabetización) que pasan algunas horas con los chicos que “podrían” (a criterio de los profesionales de la escuela especial) continuar en escuelas comunes, los evalúan y aprueban o no, según corresponda.

¿Cuáles son los parámetros que determinan si el egresado de la escuela especial está en condiciones de continuar sus estudios en una escuela común? ¿Qué evaluaciones se le aplican para aprobarlo o desaprobarlo?

¿Qué pasa con un chico que termina la escuela primaria especial y no continúa su escolaridad, por diversos motivos, y quiere conseguir un trabajo, y no tiene siquiera un certificado de escolaridad primaria (lo cual le correspondería)?

A las capacidades diferentes se le suman “obstáculos diferentes” que no tienen razón de ser.

Inteligencias múltiples

Casi siempre en mis capacitaciones hablo de la teoría de las inteligencias múltiples. El tema es tomado con pinzas por los docentes, se pasa por alto, resulta difícil que se apropien de él. En esta capacitación pasó algo diferente, porque la presencia de la Escuela Especial nr. 16 habilitó un mayor desarrollo y reflexiones profundas al respecto. Yo pensaba lo siguiente: en este tipo de escuelas es más evidente la necesidad de atender a inteligencias múltiples, distintas formas de expresión y aprendizaje, diversas capacidades que se manifiestan cuando se brindan las condiciones necesarias para que se desplieguen, pero, en realidad, en toda institución educativa debería tener una mirada de este tipo, no sólo en la puesta en marcha de actividades, sino también cuando se evalua, porque esto significa valorar lo positivo que tiene cada niño, lo que saben, sus aptitudes para aprender en vez de hacer foco en lo que no pueden.

Docentes y docentes

Durante la capacitación se dieron a conocer distintos “tipos de docentes”: desde su formación hasta sus ambiciones.



Uno de los debates más interesantes que surgió, a mi parecer, fue el de resignarse o no ante las condiciones tal como están dadas.

¿Qué hacer cuando las mismas escapan de nuestras manos? Mi propuesta y la de algunos otros docentes optimistas fue ver lo que sí podemos hacer (siempre hay algo, y bastante más de lo que pensamos, cuando tenemos el valor de buscar) y trabajar arduamente en eso, pensando en los chicos, sin perder de vista el objetivo y los grandes ideales que sostienen nuestra tarea.

Este debate vino de la mano de otro: podría ser planteado de la siguiente manera: escuela abierta a la realidad y el contexto (tal como se propone y se busca hace tiempo) VS. docentes haciéndose cargo de todo; de cosas que “no le competen”.

Por mi parte, abrí una nueva arista en esta intensa discusión: que como docentes nos hagamos cargo de lo que sea que exista, sin desatenderlo ni desentenderse, pero teniendo una formación adecuada y actualización permanente para afrontarlo; apuntar a que un docente pueda hacer de momentos incómodos y controvertidos, experiencias significativas. Que se los acompañe en el trabajo con materiales novedosos que llegan a las escuelas para aprender y reflexionar; que la reflexión esté en manos de docentes, no solo en manos “de expertos”, y sea en las instituciones mismas, para lograr cambios reales y duraderos.

Un último pensamiento

La Escuela Especial nr. 16 no tiene materiales específicos para trabajar con alumnos de las características de los que acuden a ella. Es algo grave. Es inconcebible. No existen políticas ni proyectos que lo contemplen, no se toman decisiones al respecto, aunque el personal de la escuela lo pida explícitamente. Se les mandan hojas canson, lápices, tijeras… se los llena de pupitres, bancos, bibliotecas, sillitas. Todo hermoso. Todo nuevo. Todo descontextualizado y sin sentido. Estos chicos no necesitan sillas de madera; necesitan colchonetas y pelotas gigantes. No les sirven las hojas y los crayones; sí las témperas, las plasticolas, las tizas, los pizarrones. Necesitan diversidad de juegos didácticos, grandes, atractivos; un metegol en el patio, un grabador de sonidos. Sillones, almohadones, alfombras suaves. Sogas para saltar. Un microcine para proyectar películas. Juegos de plaza. Instrumentos musicales. Gente que los mire, los toque, los huela, los bese, los escuche y los sienta.