Capacitación
en una escuela primaria de San Javier, Misiones, y dos escuelas primarias de La
Paz, Entre Ríos.
Juanca, un libro abierto
Algunos de los trayectos de este viaje los hice con
Juanca, un remisero de confianza de la zona. Es frecuente que los choferes nos
cuenten de las localidades que vamos transitando y de la vida. Lo que no es
frecuente es que sepan tanto, de todo y con lujo de detalles. Juanca no daba
respiro entre un tema y otro; desplegaba una batería de datos tan interesantes
como abrumadores. De alguna manera que no sé bien cuál es, no daba lugar a la
duda. Era evidente que todo lo que contaba era serio y preciso. Tanto debía
concentrarse uno en seguir el tren de lo que narraba, que imposible tomarse el
tiempo de cuestionarlo. Quizás era eso.
Algunos de los tópicos por los que pasamos fueron
los siguientes: cervezas, fechas patrias, ríos, política, fórmula 1 y
meteorología. Juanca era un experto en todo esto y mucho más. Mi luna en
Géminis y yo (eterna aprendiz) tomábamos apuntes mientras él hablaba. Estoy
segura que él disfrutaba que lo hiciera.
Correr a la luna
Desde chiquita corro a la luna. Lo hago de tanto en
tanto, cuando la veo cerca, brillante, enorme. En este viaje la percibía de
esta manera, desde el remis. Pensaba cómo hacer para bajarme y correrla. Si se
lo proponía a Juanca, se hubiera reído de mí o, en su defecto, me hubiera
permitido bajar y se hubiera ido, dejándome sola y chiflada en medio de la
selva misionera. Esperé que nos acercáramos al máximo y le pedí bajar “para
tomar aire y estirar las piernas”. Astuta estrategia. No corrí. Caminé… hacia
ese lado… sigilosamente. Me acerqué a
ella. A pasos. A metros. A millas. No puedo saberlo. Sólo sé que no faltaba mucho
para tocarla. Pude reflejarme en ella y confirmar que alguna vez la alcanzaría.
No cualquier día: alguno de esos en que la veo cerca, brillante, enorme.
Cambiar el enfoque repentinamente
Las capacitaciones que coordino tienen momentos de
lectura teórica individual. Generalmente dejo que los docentes lean los textos
a su tiempo, sin interrupciones ni comentarios, y luego propongo algún debate o
puesta en común a partir de una pregunta disparadora. Cuando se crea un clima
en que todos o casi todos están participando y creen que esa será esa la
dinámica de la situación, cambio el enfoque repentinamente: centro mi mirada,
mi atención y mis preguntas a los docentes mismos, y ya no al texto.
Preferentemente, a uno, al último que haya hablado, como puntapié inicial de
una charla en la que terminan involucrados todos, desde su lugar de educadores.
La historia individual y particular de uno funciona como espejo de las de los
demás. Entonces, a raíz de un tema que: 1) abordó el texto que estábamos
leyendo, 2) comentó un docente por una inquietud particular que le generó, 3)
cuestionó la capacitadora, estratégicamente, para desencadenar la reflexión
sobre la propia práctica y biografía profesional... se genera un ping pong de
impresiones, opiniones, exposiciones, desahogos, consideraciones, que es para
mí material de trabajo y fuente de inspiración y que en general todos los
presentes terminan agradeciendo al finalizar el encuentro.