Como Dumbledore con su pensadero, me interesa volcar los pensamientos que considero importantes en algún lugar. Uso este blog para no olvidarlos, para recurrir a ellos de forma más explícita y menos distorsiva que en la mente misma, y también para compartirlos. Aunque no escribo específica ni únicamente sobre educación, soy maestra y educadora de alma, y este tinte estará presente en todas y cada una de mis palabras.
Así, los dejo flotando en el ciberespacio y en la posibilidad de cada uno de adueñarse de estos pensamientos, sin la necesidad de una varita mágica, pero con el requerimiento de una suspicacia particular.



miércoles, 20 de febrero de 2013

Diario de viajes VI: Misiones y Entre Ríos, Octubre de 2012.


Capacitación en una escuela primaria de San Javier, Misiones, y dos escuelas primarias de La Paz, Entre Ríos.

Juanca, un libro abierto

Algunos de los trayectos de este viaje los hice con Juanca, un remisero de confianza de la zona. Es frecuente que los choferes nos cuenten de las localidades que vamos transitando y de la vida. Lo que no es frecuente es que sepan tanto, de todo y con lujo de detalles. Juanca no daba respiro entre un tema y otro; desplegaba una batería de datos tan interesantes como abrumadores. De alguna manera que no sé bien cuál es, no daba lugar a la duda. Era evidente que todo lo que contaba era serio y preciso. Tanto debía concentrarse uno en seguir el tren de lo que narraba, que imposible tomarse el tiempo de cuestionarlo. Quizás era eso.
Algunos de los tópicos por los que pasamos fueron los siguientes: cervezas, fechas patrias, ríos, política, fórmula 1 y meteorología. Juanca era un experto en todo esto y mucho más. Mi luna en Géminis y yo (eterna aprendiz) tomábamos apuntes mientras él hablaba. Estoy segura que él disfrutaba que lo hiciera.



Correr a la luna

Desde chiquita corro a la luna. Lo hago de tanto en tanto, cuando la veo cerca, brillante, enorme. En este viaje la percibía de esta manera, desde el remis. Pensaba cómo hacer para bajarme y correrla. Si se lo proponía a Juanca, se hubiera reído de mí o, en su defecto, me hubiera permitido bajar y se hubiera ido, dejándome sola y chiflada en medio de la selva misionera. Esperé que nos acercáramos al máximo y le pedí bajar “para tomar aire y estirar las piernas”. Astuta estrategia. No corrí. Caminé… hacia ese lado…  sigilosamente. Me acerqué a ella. A pasos. A metros. A millas. No puedo saberlo. Sólo sé que no faltaba mucho para tocarla. Pude reflejarme en ella y confirmar que alguna vez la alcanzaría. No cualquier día: alguno de esos en que la veo cerca, brillante, enorme.



Cambiar el enfoque repentinamente

Las capacitaciones que coordino tienen momentos de lectura teórica individual. Generalmente dejo que los docentes lean los textos a su tiempo, sin interrupciones ni comentarios, y luego propongo algún debate o puesta en común a partir de una pregunta disparadora. Cuando se crea un clima en que todos o casi todos están participando y creen que esa será esa la dinámica de la situación, cambio el enfoque repentinamente: centro mi mirada, mi atención y mis preguntas a los docentes mismos, y ya no al texto. Preferentemente, a uno, al último que haya hablado, como puntapié inicial de una charla en la que terminan involucrados todos, desde su lugar de educadores. La historia individual y particular de uno funciona como espejo de las de los demás. Entonces, a raíz de un tema que: 1) abordó el texto que estábamos leyendo, 2) comentó un docente por una inquietud particular que le generó, 3) cuestionó la capacitadora, estratégicamente, para desencadenar la reflexión sobre la propia práctica y biografía profesional... se genera un ping pong de impresiones, opiniones, exposiciones, desahogos, consideraciones, que es para mí material de trabajo y fuente de inspiración y que en general todos los presentes terminan agradeciendo al finalizar el encuentro.