Como Dumbledore con su pensadero, me interesa volcar los pensamientos que considero importantes en algún lugar. Uso este blog para no olvidarlos, para recurrir a ellos de forma más explícita y menos distorsiva que en la mente misma, y también para compartirlos. Aunque no escribo específica ni únicamente sobre educación, soy maestra y educadora de alma, y este tinte estará presente en todas y cada una de mis palabras.
Así, los dejo flotando en el ciberespacio y en la posibilidad de cada uno de adueñarse de estos pensamientos, sin la necesidad de una varita mágica, pero con el requerimiento de una suspicacia particular.



miércoles, 29 de febrero de 2012

Ellos, tan vulnerables



Esta nota apunta a reivindicar la capacidad de los niños para aprender cosas nuevas, adaptarse a contextos desconocidos, insertarse en medios y grupos que a simple vista (o desde el punto de vista del adulto), parecen inadecuados para ellos.

Muchas veces nos sorprendemos por la rapidez con que aprenden una nueva lengua, incorporan hábitos, normas, enriquecen su vocabulario, realizan actividades aparentemente complejas. Nos sorprendemos positivamente, pero, al mismo tiempo, sentimos cierta desconfianza de que puedan lograrlo, ellos, tan vulnerables, antes de asumir el riesgo.

Reivindicar esta capacidad de los pequeños significa invitar a emprender la aventura más seguido y en forma más relajada. Quizás quedemos vulnerables nosotros, adultos, que, al reconocerlos más autónomos y competentes, perdemos parte del control que tanto nos gusta tener.

Esto vale tanto para un niño que vivió toda su vida en un país y debe mudarse a otro donde se habla una lengua diferente, como para el chico que tiene necesidades educativas especiales y compartirá escuela con otros pares que no las tienen, así como también para alguno que desee aprender a tocar el piano o la guitarra y sus padres piensen que es aún demasiado joven para hacerlo…

Para un chico todo es nuevo; asimila y asimila desde que nace y así va constituyendo su aparato psíquico, su vida y su propia subjetividad.

Entonces, un nuevo desafío como los mencionados cuesta, pero es ALGO MÁS dentro de todo lo nuevo que tiene para aprender, y se adapta, y nos sorprende, y es flexible, y, sobre todo, no está contaminado por las resistencias, trabas y prejuicios que tiene alguien mayor frente al mismo panorama.

O sea, para alguien mayor no es MÁS DIFICIL adaptarse a un contexto desconocido, acostumbrarse al nuevo idioma, compartir actividades con gente diferente de sí, aprender a tocar la guitarra. SE VUELVE mas difícil porque empiezan a jugar esas trabas, resistencias y prejuicios; porque ya conoce, sabe, y sostiene preconceptos y esquemas acerca de lo que es relacionarse con gente, aprender, tener amigos, ejercitar alguna habilidad específica. Esto es lo que lo hace más difícil.

Desde este punto de vista, ¿quiénes son vulnerables? ¿Ellos o nosotros?

Lo que sucede es que contestar “nosotros” sería RECONOCERNOS vulnerables, haciendo un meta-análisis de lo que estamos diciendo. Y el orgullo, que también se forma y acrecienta con los años, quizás no nos lo permite.

Sería ideal, en este sentido, que, como adultos, adoptemos una postura más ingenua y aniñada a la hora de encarar nuevos proyectos… pero si no, al menos, procuremos confiar más en ellos y acompañarlos dejando de lado nuestro propio marco de referencia, que, en este caso, no haría más que obturar una experiencia que puede ser maravillosa.