Como Dumbledore con su pensadero, me interesa volcar los pensamientos que considero importantes en algún lugar. Uso este blog para no olvidarlos, para recurrir a ellos de forma más explícita y menos distorsiva que en la mente misma, y también para compartirlos. Aunque no escribo específica ni únicamente sobre educación, soy maestra y educadora de alma, y este tinte estará presente en todas y cada una de mis palabras.
Así, los dejo flotando en el ciberespacio y en la posibilidad de cada uno de adueñarse de estos pensamientos, sin la necesidad de una varita mágica, pero con el requerimiento de una suspicacia particular.



domingo, 20 de febrero de 2011

El rol que nos toca ocupar

Existen casos en los que los adultos se olvidan que los chicos son chicos, nada más y nada menos; chicos que exageran las cosas, a veces inventan detalles o episodios completos, distorsionan la realidad en su favor, sin saber, por supuesto, que pueden causar algún lío o decir a veces cosas “graves”.  Me parece que es el padre/madre/tutor quien debe discernir en el momento que no estuvo presente y los niños comentan acerca de alguna cuestión sucedida en su ausencia. Pienso que sería importante resolverlo hablando de igual a igual con el adulto a cargo, sin desatender lo que el niño pueda llegar a manifestar, pero no atacando a priori… poniéndose en el lugar de quien cuida y educa a ese niño; poniéndose a la altura de esta persona, y no de su propio hijo.

Creo que tiene que ver con una falta de reconocimiento de autoridad. Porque, en su ámbito, la niñera, la docente, el padre, o quien sea que esté siendo en ese entonces responsable de los niños, son autoridad, y debería respetárselos como tal. Aparte de ser autoridad, son adultos, son pares y complementarios en la educación de los chicos, y no están a la altura de ellos.

Es todo una cadena de cuestiones, la cual desemboca, por ejemplo, en el corrimiento del rol que, como adultos, debemos ocupar. En darles mayor poder de decisión a los niños, de la que se debería (por el bien de ellos).

Hay cosas que un chico no puede ni debe decidir… aunque quiera. Con ese “querer”, está buscando seguramente hacerse notar, pero, a la vez, lograr que alguien le ponga límites y tome las riendas del asunto, decida por él, librándolo de esa responsabilidad que no le compete… pudiendo vivir así, su niñez en plenitud.

Es muy importante que los chicos sean cada vez más autónomos e independientes, y no solo en lo que hacen, sino también en lo que piensan, opinan, dicen y deciden. Pero estamos hablando de una progresiva autonomía. Cuidada autonomía. Contenida autonomía. Progresiva adquisición de HERRAMIENTAS para comportarse como ciudadano responsable, acorde a la edad que estén transitando.

Es grande el daño que puede causarse a un niño, en caso de otorgarle un poder de decisión exagerado, el cual no puede manejar aún. No es éste el rol que debe ocupar un niño en una familia, en la escuela, en cualquier ámbito en que se desempeñe y haya adultos alrededor. Y al no estar ocupando el lugar que debería, no estará creciendo sanamente o plenamente, dado que será él quien se sienta perdido, angustiado o falsamente omnipotente, mientras el adulto en cuestión quiera sostener que fue buen padre, buena madre, buen maestro o maestra, por haberle dado esa oportunidad.