Como Dumbledore con su pensadero, me interesa volcar los pensamientos que considero importantes en algún lugar. Uso este blog para no olvidarlos, para recurrir a ellos de forma más explícita y menos distorsiva que en la mente misma, y también para compartirlos. Aunque no escribo específica ni únicamente sobre educación, soy maestra y educadora de alma, y este tinte estará presente en todas y cada una de mis palabras.
Así, los dejo flotando en el ciberespacio y en la posibilidad de cada uno de adueñarse de estos pensamientos, sin la necesidad de una varita mágica, pero con el requerimiento de una suspicacia particular.



martes, 20 de marzo de 2012

Diario de viajes I: Santiago del Estero, Octubre de 2011

Capacitación en la Escuela Rural nr. 7 "República del Salvador", Villa Guasayán, Santiago del Estero.



Primero sentía nervios graves por la capacitación, soledad, desarraigo y desolación por estar viajando sola, miedo de mandarme cagadas de cualquier tipo. Esto fue ayer, cuando llegué y mientras estaba en el aeropuerto y en el avión. Las sensaciones habrán durado una hora, o media. Cuando llegué al hotel y me contacté con la gente de acá, me sentí ya cómoda y protegida.


Los santiagueños son muy amables y amorosos.

El cariño y bienestar se ven magnificados por ser esta la tierra de mi querida Queo. Todos se parecen un poco a ella y en cada voz y tonada me parece escucharla y sonrío.
Preparé todo para la capacitación. Primer punto: todo funcionaba y no parecía hacerme olvidado nada.

Me fui a dormir temprano.

Me gustó tener la iniciativa de llamar a la directora de la escuela y cambiar mi viaje en remis con espera y regreso, por un viaje hasta San Pedro de Guasayán donde ella me recibiría con una combi y otros maestros para ir a la Villa. Para el regreso aseguró que no debía preocuparme, porque algunos se volvían para Santiago en auto y me llevarían.

Me sentí a gusto y ya quise mucho a Lucía Petrona Castillo, la directora.

Me levanté muy muy temprano, como debía, y el remis me buscó por el hotel. El que manejaba era un chico muy joven. Era amable y conducía bien. Escuchamos mucha cumbia, canciones populares remixadas y enganchadas, y MIRANDA! Excelente para mí.

Dormí gran parte del viaje. El trecho en que estuve despierta observé caminos sinuosos, cerros, aridez, animales sueltos, muchas perdices y unos cactus espectaculares.


Llegamos a la entrada principal de San Pedro de Guasayán. Llegó Lucía con la combi y los docentes.

¿Qué esperaba encontrar ella? ¿Qué habrán pensado al verme? ¿Y al escucharme por primera vez?

Yo iba abierta y decidida a EMPAPARME con historias de vida, lugares, emociones, gente, caras, palabras. Y así fue. Salí definitivamente engrandecida y agradecida con esta experiencia de vida.

El camino desde San Pedro de Guasayán hasta Villa Guasayán, donde quedaba la escuela, era de tierra y estaba en pésimo estado. La directora y el chofer se reían y me contaban que hace muchísimo les prometieron arreglarlo y no lo hicieron, pero que ahora “está hecho una autopista de lo bien que está” por las pequeñas cosas que le arreglaron. Que se tardaba antes 2 horas en recorrerlo en auto (son 35 km) y ahora solo hora, hora y media.

Nadie quiere ir por este camino porque destruyen los vehículos. Así, Villa Guasayán queda aislada y desamparada, mientras no se dignen a arreglar el camino en cuestión. El camino tiene pozos gigantes y piedras. Hay que transitarlo por un costado cerca de la orilla y conocerlo muy bien para no hacer un desastre. Para colmo, en la zona no llueve nunca, con lo cual el polvo vuela y cuesta aún más que las máquinas trabajen. Cruzamos una máquina volcada, bloqueando el camino. Sacamos fotos y la directora se ríe exclamando: “A ver si aprenden con esto y se apuran, que hace meses están en el mismo lugar haciendo lo mismo”. 


La situación es abordada con gracia, desdramatizando, por toda la gente que día a día anda ese camino y no le importa nada más que llegar a la escuela, su lugar, para enseñar y encontrarse nuevamente con sus maravillosos alumnos, su tarea y su cerro de fondo (el monte).

El monte es muy importante para la gente de acá. Más o menos patriotas, lo nombran y lo viven como parte de sus vidas y de sí mismos.

Lucía le escribió un poema al monte santiagueño y a la desolación que alguien sintió alguna vez cuando lo deforestaron y explotaron, devastándolo.

Lucía es poetiza, además de maestra de primaria, técnica granjera y estudiante de profesorado de Nivel Medio.

Hace 18 años que vive en San Pedro de Guasayán y trabaja en esta escuela, y me hizo una confesión: quisiera jubilarse aquí, no irse nunca más. Yo creo que lo va a cumplir.
Escribe poemas propios y escribe otros para su sobrina de 9 años, en base a lo que ella le cuenta (pone en palabras sus historias y los firman juntas). A fin de año Lucía publicará su primer libro de poesías (asegura que es el primero, porque habrá muchos más).

El poema acerca del monte se llama QUERENCIA y lo recitó maravillosamente al finalizar la capacitación. Pero el poema que inició estas charlas y desencadenó que Lucía se abriera y me contara todo esto, se llama UN GAUCHO PARA APUNTALAR LA PATRIA, y es el poema que escribió a raíz de una experiencia vivida en el año 2008. El relato de esta experiencia fue emocionante hasta las lágrimas. Me lo contó en la combi yendo a la escuela, y cuando me comentó que el poema resumía esta historia y que lo leyó ante muchas personas y todos lloraban, no me cupo duda de que así había sido y no era para menos. 


Así cuenta esta historia:

La escuela había estado cerrada por peligro de derrumbe… por 3 años. Daban clases en las casas o al aire libre, bajo los árboles. Pidieron a todas las autoridades correspondientes que resolvieran el tema y jamás lograron nada.
Un día pidieron turno para hablar con el gobernador y se los concedieron, para dentro de varios meses. Lo tomaron y fueron, Lucía y un séquito de maestros y familias de Villa Guasayán. Lucía fue la portavoz. Al contarle el problema al gobernador cara a cara y frente a todos, muy humildemente y pidiendo perdón por molestar, el gobernador quedó atónito. No podía dar crédito a lo que escuchaba. Dijo que él nunca había escuchado esta historia, que cuando él le preguntaba a su gente cómo estaba todo, le respondían “todo bien” por miedo a que él se enojara o a pasar vergüenza, y que no podía creer en todo este tiempo nunca haberse enterado de nada de todo esto, que era una barbaridad lo que estaba pasando y él les daría todo lo necesario para reabrir o rehacer la escuela.
Llamó a su servidor, quien había estado reunido con Lucía en reiteradas oportunidades y le dijo perplejo que él estaba al pedo. Que por favor se retirara del cargo y deje el puesto a alguien que quiera laburar.

Llamó al arquitecto de obras públicas que había bicicleteado a Lucía muchas veces y le preguntó qué era lo que pasaba. Cuando el arquitecto comenzó a hablar de expedientes y quiso acercarle carpetas, el gobernador le dijo que guarde todo ya, que no quería ver absolutamente nada y que le daba 10 días para empezar a trabajar. Si el terreno no servía, o lo que fuera, tirara la escuela abajo y la volverá a hacer.
Así fue. Todo.

Se hizo una nueva y hermosa escuela con todas las necesidades cubiertas.
Con pisos, con cocina, con paredes (anteriormente las “aulas” estaban divididas con durlock y no hasta arriba de todo, y el profe de inglés se volvía loco y exclamaba “oh my god” mientras sus palabras eran interrumpidas por “la lechuza, la lechuza hace shhh” de la sala de jardín contigua).

Lucía se despidió agradeciendo al gobernador, quien les pidió perdón a ellos y dijo: “por suerte existen aquí gauchos para apuntalar la patria”. Lucía escribió el poema y se lo llevó. Todos lloraban de emoción.

Todos aman, cuidan y disfrutan la nueva escuela.


En la capacitación había una maestra revoltosa, chistosa, que deseaba llamar la atención constantemente. No me miraba demasiado bien y yo esperaba críticas de su parte (criticarme la haría sobresalir). Eso era un problema porque tenía mucha llegada a los demás docentes, más humildes y callados. Me empeñé en querer ganar su corazón. Le hablé cara a cara y mantuve el contacto visual mientras capacitaba. Le presté la atención que necesitaba y quería y la interpelé a decir si realmente era malo lo que yo hacía, porque habiéndola mirado a los ojos, haciéndole hablado personalmente a ella, habiéndola hecho participar en actividades, ya no iba a poder mentir o pasar desapercibida diciendo una cosa por otra.

Su encuesta de evaluación de la jornada fue genial. No hizo más que decir cosas bonitas de mí y de la capacitación. Pero lo más lindo fue que lloró con un texto que les leí (“mis primeros acercamientos a los libros, de Graciela Cabal). Se emocionó mucho, abrió su corazón y se ubicó en un lugar muy distinto del que venía ocupando, como defensa o coraza. Creo que esto resultó un aprendizaje maravilloso para ambas.

Durante la capacitación las docentes resaltaban la calidad humana de sus alumnos. Lo agradecidos que están, lo educados que son, que siempre saludan, se esfuerzan mucho por ir a clases, por aprender, etc. que ellas saben que en las grandes ciudades generalmente no sucede esto, que la rebeldía adolescente pasa por no saludar, putear, faltar el respeto… y la verdad que tienen razón. La educación acá será peor en muchos sentidos, mejor en otros, pero qué lindo que no se falte el respeto a los adultos y pared, a las autoridades, que se valore al maestro, que el esfuerzo por estudiar e ir a la escuela, contenerse, valorarse, sea conjunto y de todos los actores involucrados.

La calidez humana, el ritmo de vida y la valoración de la misma definitivamente difieren de las de la gran ciudad. Y aunque hay de todo en todos lados, estos valores esenciales son distintos y se sostienen, y se los puede percibir acá en todas las personas y en cualquier circunstancia, distanciando Buenos Aires del interior como en las épocas más unitarias de nuestro país.

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