Como Dumbledore con su pensadero, me interesa volcar los pensamientos que considero importantes en algún lugar. Uso este blog para no olvidarlos, para recurrir a ellos de forma más explícita y menos distorsiva que en la mente misma, y también para compartirlos. Aunque no escribo específica ni únicamente sobre educación, soy maestra y educadora de alma, y este tinte estará presente en todas y cada una de mis palabras.
Así, los dejo flotando en el ciberespacio y en la posibilidad de cada uno de adueñarse de estos pensamientos, sin la necesidad de una varita mágica, pero con el requerimiento de una suspicacia particular.



viernes, 4 de mayo de 2012

Diario de viajes III: Santa Fe, Abril de 2012.

Capacitación en un jardín de Fray Luis Beltrán, Gran Rosario, y en una escuela primaria de la ciudad de Santa Fe.

Llegué a las 22 hs. boleada por haber dormido todo el viaje. Vine en remis. Todo indicaría que me tomé un valium o alplax (estoy segura que el remisero lo pensó), pero no fue así. ¿Por qué dormí tanto y tan profundo?

Para despertarme y conectarme con la ciudad que habitaría las próximas 48 horas dejé las cosas en el hotel y salí a caminar. Todo estaba oscuro y cerrado. Pedí a alguien que me aconseje y me dijeron claramente: conocé mañana. Me volví al hotel a organizarme y organizar mi capacitación de mañana.

El primer contacto que voy a tener con Rosario, entonces va a ser por medio del Jardín “Los Trigales” en la localidad precisa de Fray Luis Beltrán. Lo que pueda conocer y recorrer después va a estar teñida de mi experiencia allí, lo cual es riesgoso pero alentador a la vez, al menos para mí.

Mañana escribiré cómo es Rosario sin conocerlo, a través de las maestras y de mí misma como docente y capacitadora.

La capacitación estuvo interesante, sobre todo por la sintonía que compartíamos y se notó, al ser todas maestras jardineras. La recepción del proyecto en grandes ciudades NO es la misma que en pueblos inhóspitos. No me voy a detener en lo que falta o no se ve, aunque instintivamente me tienta hacerlo. Voy a tratar de describir las características que SI tiene capacitar en una ciudad como Rosario y con docentes rosarinas. Son inquietas y ávidas de saber. Se mostraron participativas, interesadas, comprometidas, aunque siempre un poquito sobrepasadas por sus responsabilidades. Ese paraguas lo abren por si las moscas, sabiendo que van a tener que laburar mucho para el proyecto que yo les planteo también. Trato de no agarrarme de esos detalles, seguir para adelante y arremeterles con el entusiasmo que sé que tienen y puede generar cosas maravillosas, aunque a veces se tiren abajo o se resguarden en lo cómodo y conocido.

Evoco situaciones cotidianas con los chicos y las animo a que cuenten casos particulares que recuerdan y vienen al caso. Les propongo repensar esas situaciones y sus propias prácticas a raíz de nuevos conceptos que pongo sobre el tapete y, concretamente, a través de lo que será el Rincón de Lectura con 300  nuevos libros en la institución. Así, se embarcan en el proyecto y prometo no soltarles la mano porque sé que es mucha información y que en realidad de a poco irán apropiándose de ella.

La capacitación fue muy dinámica. Les leí dos cuentos e hice que ellas también leyeran en voz alta. Momentos mágicos si los hay, y nada mejor para enseñar y transmitir la importancia de leer que hacerlo vivencialmente. Casi no resta agregar palabras luego de compartir una lectura con todo lo que se siente.



Un día una maestra me contó que había libros que leía en voz alta con el marido, un rato al día, un capítulo cada uno. Pensé que sería buenísimo que esto pasara más a menudo, para no perder la costumbre de leer en voz alta y de que nos lean en voz alta; experiencias diferentes a agarrar un libro en solitario, y que generalmente abandonamos en la infancia (escuchar cuentos en voz alta) o retomamos eventualmente al tener hijos (leer en voz alta).

Al volver de la capacitación pensaba dormir la siesta en el hotel. Tenía aproximadamente una hora y media. A la ida el remisero había estado contándome de la ciudad. Parece que se quedó con ganas, porque a la vuelta decidió recorriéramos la misma exhaustivamente y me relatara detalles históricos y edilicios con un patriotismo acérrimo. Simpático, el hombre. Rosario, una ciudad bellísima, bien mantenida, cuidada, con espacios públicos resplandecientes entre los que resaltan su hermosa costanera, el monumento a la bandera, la vieja estación Rosario Norte (cuna de Olmedo). 



Llegué al hotel justito para hacer el check out, caminé un rato sola por las peatonales de San Martín y Córdoba, y partí para Santa Fe capital. Me llevó el mismo remisero. Se le ocurrió pedir a su mujer que lo acompañara. Me pidió permiso y acepté con mucho gusto. Fue buena compañía uno del otro, escenario en el cual me acosté en el asiento trasero y me dormí profundamente.

Durante la capacitación en Santa Fe surgieron debates en torno a temas que me interesan mucho y no pude evitar anotar algunas ideas clave mientras charlábamos. Por ejemplo, el hecho de que cada grado focaliza su trabajo en lo que viene, en la preparación para el año o el ciclo siguiente, y no aprovechan ni reparan en su propia especificidad. Cada grado y nivel educativo es específico y particular. Me resulta aberrante pasar por encima esta cuestión en pos de quedar bien ante los docentes que nos sucederán y basar nuestra satisfacción únicamente en lo “bien preparado” que el chico está para “pasar a séptimo” o “para la primaria”, “para enfrentar tercero que es tan difícil”, etc. Relacioné inmediatamente esto con lo siguiente: siempre desde el Nivel Inicial se quejan los docentes de que la primaria resulta un corte total con las costumbres, saberes, tiempos y espacios del jardín, lo cual no tiene razón de ser (tener un año más no implica cambiar tan radicalmente, en ningún caso), pero esto se contrapone ahora con la visión de la primaria hacia el jardín, que me planteaban las maestras santafesinas: el jardín termina siendo “preescolar”, aunque no se utilice más esta denominación, porque en lo único en que se ocupan es en prepararlos para lo que sigue, se apuran, queman etapas, llenan vacíos con contenidos y se olvidan de la contención, y de tantas otras cosas que hacen a la especificidad del nivel, volviendo al tema… Todo resulta en un ping pong de acusaciones, especulaciones y prejuicios, perdiendo el foco de lo que nos convoca como docentes.

Me gustaría que la educación pudiera pensarse más como un continuum vital, un proceso donde se aprende toda la vida y respeta trayectorias personales e individuales de cada alumno particular; una cadena donde se articulan realmente los grados y niveles y se les tiene fe a los alumnos; se les da la oportunidad de alcanzar sus metas según sus características y necesidades, a lo largo de su paso por la escuela.

Claro que estoy apuntando nada menos que a revisar los parámetros de evaluación de las instituciones, el concepto de aprobado/desaprobado, entre otras cosas, casi cuestionando el origen de la gradualidad que, a mi parecer, quedó obsoleta y sin sentido.

Menuda tarea de reflexión y acción en la que al menos yo me siento comprometida.

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