Capacitación en un jardín de Fray Luis Beltrán, Gran Rosario, y en una escuela primaria de la ciudad de
Santa Fe.
Llegué
a las 22 hs. boleada por haber dormido todo el viaje. Vine en remis. Todo
indicaría que me tomé un valium o alplax (estoy segura que el remisero lo
pensó), pero no fue así. ¿Por qué dormí tanto y tan profundo?
Para
despertarme y conectarme con la ciudad que habitaría las próximas 48 horas dejé
las cosas en el hotel y salí a caminar. Todo estaba oscuro y cerrado. Pedí a
alguien que me aconseje y me dijeron claramente: conocé mañana. Me volví al
hotel a organizarme y organizar mi capacitación de mañana.
El
primer contacto que voy a tener con Rosario, entonces va a ser por medio del
Jardín “Los Trigales” en la localidad precisa de Fray Luis Beltrán. Lo que
pueda conocer y recorrer después va a estar teñida de mi experiencia allí, lo
cual es riesgoso pero alentador a la vez, al menos para mí.
Mañana
escribiré cómo es Rosario sin conocerlo, a través de las maestras y de mí misma
como docente y capacitadora.
La
capacitación estuvo interesante, sobre todo por la sintonía que compartíamos y
se notó, al ser todas maestras jardineras. La recepción del proyecto en grandes
ciudades NO es la misma que en pueblos inhóspitos. No me voy a detener en lo
que falta o no se ve, aunque instintivamente me tienta hacerlo. Voy a tratar de
describir las características que SI tiene capacitar en una ciudad como Rosario
y con docentes rosarinas. Son inquietas y ávidas de saber. Se mostraron
participativas, interesadas, comprometidas, aunque siempre un poquito
sobrepasadas por sus responsabilidades. Ese paraguas lo abren por si las
moscas, sabiendo que van a tener que laburar mucho para el proyecto que yo les
planteo también. Trato de no agarrarme de esos detalles, seguir para adelante y
arremeterles con el entusiasmo que sé que tienen y puede generar cosas
maravillosas, aunque a veces se tiren abajo o se resguarden en lo cómodo y
conocido.
Evoco
situaciones cotidianas con los chicos y las animo a que cuenten casos
particulares que recuerdan y vienen al caso. Les propongo repensar esas
situaciones y sus propias prácticas a raíz de nuevos conceptos que pongo sobre
el tapete y, concretamente, a través de lo que será el Rincón de Lectura con
300 nuevos libros en la institución. Así,
se embarcan en el proyecto y prometo no soltarles la mano porque sé que es
mucha información y que en realidad de a poco irán apropiándose de ella.
La
capacitación fue muy dinámica. Les leí dos cuentos e hice que ellas también
leyeran en voz alta. Momentos mágicos si los hay, y nada mejor para enseñar y
transmitir la importancia de leer que hacerlo vivencialmente. Casi no resta
agregar palabras luego de compartir una lectura con todo lo que se siente.
Un
día una maestra me contó que había libros que leía en voz alta con el marido,
un rato al día, un capítulo cada uno. Pensé que sería buenísimo que esto pasara
más a menudo, para no perder la costumbre de leer en voz alta y de que nos lean
en voz alta; experiencias diferentes a agarrar un libro en solitario, y que
generalmente abandonamos en la infancia (escuchar cuentos en voz alta) o
retomamos eventualmente al tener hijos (leer en voz alta).
Al
volver de la capacitación pensaba dormir la siesta en el hotel. Tenía aproximadamente
una hora y media. A la ida el remisero había estado contándome de la ciudad. Parece
que se quedó con ganas, porque a la vuelta decidió recorriéramos la misma
exhaustivamente y me relatara detalles históricos y edilicios con un
patriotismo acérrimo. Simpático, el hombre. Rosario, una ciudad bellísima, bien
mantenida, cuidada, con espacios públicos resplandecientes entre los que
resaltan su hermosa costanera, el monumento a la bandera, la vieja estación
Rosario Norte (cuna de Olmedo).
Llegué
al hotel justito para hacer el check out, caminé un rato sola por las
peatonales de San Martín y Córdoba, y partí para Santa Fe capital. Me llevó el
mismo remisero. Se le ocurrió pedir a su mujer que lo acompañara. Me pidió
permiso y acepté con mucho gusto. Fue buena compañía uno del otro, escenario en
el cual me acosté en el asiento trasero y me dormí profundamente.
Durante
la capacitación en Santa Fe surgieron debates en torno a temas que me interesan
mucho y no pude evitar anotar algunas ideas clave mientras charlábamos. Por ejemplo,
el hecho de que cada grado focaliza su trabajo en lo que viene, en la
preparación para el año o el ciclo siguiente, y no aprovechan ni reparan en su
propia especificidad. Cada grado y nivel educativo es específico y particular. Me
resulta aberrante pasar por encima esta cuestión en pos de quedar bien ante los
docentes que nos sucederán y basar nuestra satisfacción únicamente en lo “bien
preparado” que el chico está para “pasar a séptimo” o “para la primaria”, “para
enfrentar tercero que es tan difícil”, etc. Relacioné inmediatamente esto con
lo siguiente: siempre desde el Nivel Inicial se quejan los docentes de que la
primaria resulta un corte total con las costumbres, saberes, tiempos y espacios
del jardín, lo cual no tiene razón de ser (tener un año más no implica cambiar
tan radicalmente, en ningún caso), pero esto se contrapone ahora con la visión
de la primaria hacia el jardín, que me planteaban las maestras santafesinas: el
jardín termina siendo “preescolar”, aunque no se utilice más esta denominación,
porque en lo único en que se ocupan es en prepararlos para lo que sigue, se
apuran, queman etapas, llenan vacíos con contenidos y se olvidan de la
contención, y de tantas otras cosas que hacen a la especificidad del nivel,
volviendo al tema… Todo resulta en un
ping pong de acusaciones, especulaciones y prejuicios, perdiendo el foco de lo
que nos convoca como docentes.
Me
gustaría que la educación pudiera pensarse más como un continuum vital, un
proceso donde se aprende toda la vida y respeta trayectorias personales e
individuales de cada alumno particular; una cadena donde se articulan realmente
los grados y niveles y se les tiene fe a los alumnos; se les da la oportunidad
de alcanzar sus metas según sus características y necesidades, a lo largo de su
paso por la escuela.
Claro
que estoy apuntando nada menos que a revisar los parámetros de evaluación de
las instituciones, el concepto de aprobado/desaprobado, entre otras cosas, casi
cuestionando el origen de la gradualidad que, a mi parecer, quedó obsoleta y
sin sentido.
Menuda
tarea de reflexión y acción en la que al menos yo me siento comprometida.
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